me podrías avanzar algo de el tipo de construcción que utilizabas? Es que ayer el amigo Victor y yo debatíamos sobre como seria la construcción de este tipo de palas con las fibras a 45 grados y no llegamos ver claro ningún método.
Conste, de entrada, que entiendo más bien poco de fibras y que lo único que puedo contar es cómo fue mi experiencia cuando quise hacer una pala groenlandesa de carbono con unas características determinadas. Hace de esto como cinco o seis años, o quizás más. Que yo sepa, sólo se comercializaban entonces las de la marca Superior (creo que eran canadienses). Desde entonces he estado desconectado del tema, hasta el punto de que no me suenan ninguna de las marcas que leo ahora por el foro. Total, que lo más probable es que diga tonterías ya más que superadas, pero el caso es que me ha picado otra vez el gusanillo al leer lo de que una pala groenlandesa de carbono sería necesariamente rígida.
Mi idea era que una pala de carbono con las fibras dispuestas en diagonal (a 45 grados, por decir algo) respecto a los ejes de la pala tendría una flexión más “natural”, más parecida a una de cedro. Lo que entendí en su momento fue que la fibra de carbono trabaja “en extensión” precisamente porque casi no se extiende. Se podría hacer una pala de carbono sólo con fibras paralelas al eje longitudinal y sería perfectamente resistente (creo). Si se hiciera con fibras paralelas al eje corto, pues como que no. Los tejidos de carbono, vienen, además, tejidos (jeje) con su trama y su urdimbre, a 90 grados. Si se corta al bies, pues ya la tienes a 45 grados (o a más o a menos tirando de aquí o de allá, que es lo que tiene la tela cortada al bies, que se adapta a lo que sea)
No quería hacer palas con un molde. Pensé que a la segunda ya me habría aburrido. La solución era “un molde interior perdido” o un “alma” o lo que sea el término correcto. Total, que hice una pala de espuma como si fuera una de cedro (solo que a base de mucha escofina y mucha lija: un aburrimiento, vaya) y la forré con malla tubular de carbono (que me la descubrió, cómo no, Javier de la Puente). Lo de la malla tubular sí es divertido (búsquese en Google “trampa de dedos china”).
Con tubo plástico de 3 pulgadas retráctil al calor (la típica funda de goma retráctil, pero a lo bestia) me hice lo que yo pensaba que equivaldría a una bomba de vacio. Todavía me quemo al recordarlo!
Todo funcionó estupendamente: una magnífica pala flexible (por la disposición de las fibras, creo yo), muy bien acabada sin apenas lijar (por el tubo termoretráctil), sin costuras visibles (por la malla tubular), de muy poco peso a pesar del enorme volumen que le di (por probar un concepto diferente), que se podía hacer artesanalmente a medida (por el molde interior), muy resistente (piel de carbono+concepto sandwich), bonita, con el carbono a la vista… una maravilla carísima! Y con la mala costumbre de doblarse si la dejabas un buen rato al sol (probablemente porque la fina piel alcanzaba la temperatura de gelificación del epoxi y no tenía por dónde disipar el calor)
Total, que se me terminaron al mismo tiempo el dinero y las ganas de experimentar.
Y colorín colorado… este tocho se ha acabado.
Moraleja: ¡qué bonita es la madera!