El sol salió a la altura de Albatera en la autovía dirección Santa Pola, esquivando los escasos y desconcertantes vehículos que en su mayoría podían ser propulsados por el alcohol de sus conductores a juzgar por los extraños acelerones, frenazos, cambios de carril, ausencia de intermitentes y agitación de cabecitas en el interior.
Evité la posible confusión de cruzar Elche y llegué al aparcamiento próximo al varadero Vatasa temprano, todavía no se veían kayaks por allí así que marché a desayunar y a la vuelta el primero Alberto Wakabout, después Pablo y Rafa, etc…
Yo tengo la teoría de que la puntualidad no existe, uno no es puntual pero si puede ser impuntual, quizás yo lo he llevado al extremo y si quedamos a las nueve y media aparezco a las ocho y media, por esto tengo tiempo de pensar en estas tonterías.
La parte positiva es que la llegada escalonada te permite ir saludando a todo el mundo, conocer a casi todos y alegrarte con los conocidos. Llevé el Skua para Nautae que no necesitó de ajustes, Blendius y Anjana venían resignados a no palear por una desgraciada avería en su automóvil que les dejó tirados en Valencia, pero rápidamente surgieron embarcaciones más o menos húmedas en las que disfrutaron lo suyo.
Tuvimos una representación de barcos muy completa, desde los ski-surfs hasta autovaciables panzudas pasando por descenso, sit-on-top, fibra, plástico y plástico bueno y el mío de papel de fumar.
La temperatura del agua todavía es perfecta para el baño y sorprendente para los amigos del Norte, así como el picor del sol a las once de la mañana. El mar presentaba un aspecto calmo pero no conforme a la predicción que señalaba calma casi total con un cambio de viento a medio día dirección sur. Yo me lo imaginaba pero cuando me preguntaron mentí, algunos mostraban cierta inquietud por el desconocimiento de este mar y nuevos barcos, mas vale no adelantar las preocupaciones.
Salimos por fin a las once animados por un encuentro tan grande de foreros dirección Tabarca, yo me cruzaba de uno a otro charlando y cambiando impresiones con todo el mundo, interesándome por el comportamiento de tal y cual kayak, pala y cuestiones de todo tipo. No tardamos mucho en llegar bajo la iglesia y muralla, la primera en eterna restauración, los andamios ya pueden ser catalogados de históricos. Afea y mucho un grupo reciente de adosados que alguna mente enferma autorizó a construir hace escasos años y lamenté no haber tenido tiempo para pasear por la isla, merece la pena esa ancha y tranquila roca de gatos y sol con aire nostálgico.
Allí nos agrupamos y rodeamos Tabarca y sus islotes, flotando sobre un fondo espeso de poseidoneas, aguas cristalinas y sorprendentes para los neófitos. Se me alegra el alma cuando amigos del norte alaban el Mediterráneo, me suena a “qué casa más bonita tienes”. La parte agreste de la isla se eleva unos tres metros del mar y como curiosidad una tapia en el extremo salvaje, la del cementerio que demuestra que esta isla está habitada desde hace siglos. Curiosamente escuché en la comida una conversación entre locales que afirmaban que los nativos mantienen apellidos italianizados provenientes de la época de la colonización forzosa a la que fueron sometidos.
El último tramo hasta la playa de desembarco se recorrió muy lentamente observando al deslizar los cascos la abundante fauna marina y diversidad rocosa que gracias a la figura de protección que la isla detenta esperamos mantener para el futuro.
Y como todavía estamos en verano llegamos a una playa bien protegida por barquitos fondeados, bañistas en la arena, alquileres de toboganes y restaurantes para elegir, existe un gran tráfico de ferries turísticos desde Santa Pola y Alicante que amarran en un pequeño puerto de la cara de la isla más cercana a la costa.
Como si fuéramos ingleses nos sentamos apenas a las 13.00 horas a comer: bebidas, ensaladas, alioli y tomate, frituras con boquerones históricos y un caldero diferente al murciano, que es servido al principio en bandejas caldosas con pescado y patatas salpicado de alioli. El pescado de calidad, las cabezas de los cabrachos exquisitas, aunque el arroz servido al final no estuvo a la altura. Es posible que si lo hubieran servido al principio le podría dar mas nota. Un plato de dulces y fruta comunitario, café y degustación de dulces cortesía de Anjana, también un orujito.
A todo esto más de uno doblaba el cuello porque el cambio de viento se produjo y podíamos ver el mar aborregado con dirección al faro de Santa Pola y Alicante, qué lastima que no hubiéramos salido desde allí, las surfeadas hubieran sido de escándalo. Pese a ello salieron algunas chulas, mi botellín de agua de cubierta desapareció en una inmersión de estas, el cubre dejó pasar mucho agua y me divertí al lado de mi colega Raúl, el único representante murciano conmigo.
Llegamos escalonadamente a la orilla y cada mochuelo a su olivo, la gente se movilizó desde lejos y no estábamos para mucho mas que despedirnos con una alegre tristeza si se puede explicar esto, todos deseando una próxima vez.